Iglesia Cristiana Evangélica en Munro

Rodeados por Dios

“El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Sal. 34:7).

No es sencillo seleccionar un versículo para cada semana, sobre todo, cuando ya se han hecho trescientas cincuenta y nueve veces. Recorrí mi base de datos, y no encontré en ella este conocido texto. Es más, no hemos considerado nada de este hermoso Salmo. Tomemos algunos de sus versículos para nuestro aliento. No podemos ver los ángeles, pero sabemos que son puestos al servicio de los salvos (He. 1:14). Dios los envía para nuestra ayuda, cuando es necesario. Sin embargo, no se habla aquí de ángeles, sino de uno solo, a quien se le da el título de “ángel de Jehová”. Es el “ángel del pacto” (Mal. 3:1). Es el que habló a Abraham desde el cielo y le dijo que “no me rehusaste a tu hijo”; aquel que negó dar su nombre a Manoa, porque es “excelente”. Aquí mismo se descubre que es infinito, puesto que no es un ejército de ángeles que rodean al creyente, sino uno solo que rodea a todos. No puede ser otro que el glorioso Dios, manifestado de este modo. Es la expresión grandiosa de nuestro Señor Jesucristo en la antigua dispensación. A Su disposición, y bajo Su mando está todo el ejército celestial. Serafines, querubines, arcángeles y ángeles le adoran y sirven. Él hace que éstos vigilen sobre los que son Sus hijos y Su pueblo para guardarlos del mal. Pero observemos bien, el Dios de los ejércitos, Él mismo, ha puesto su campamento alrededor nuestro para defendernos. No está cerca, está alrededor. Ninguna parte de nosotros está sin Su protección. Como la fortaleza eterna, ha puesto Sus muros y cerrado Sus puertas entorno a nosotros. El propósito no es aprisionarnos, sino defendernos. Nadie, ni nada, podrá acometernos por ninguna parte. El adversario, no importa cuál sea, no podrá abrir una brecha en esa fortaleza para llegar a nosotros. Esa protección está puesta para “los que le temen”, es decir, para quienes somos Sus escogidos, para las ovejas de Su prado, para los coherederos de las riquezas en gloria, para los que hemos creído en Él. Tenemos una protección fija, una guardia permanente. Nada puede resistir a Su poder protector. Lo que amenaza nuestra paz es diverso. Acaso estemos agobiados por la enfermedad que nos debilita físicamente, pero la protección divina actuará en esa circunstancia, para darnos paz, consuelo y descanso. Tal vez, alguna grave pérdida económica nos ha reducido al lugar de los desperdicios, como fue en el caso de Job, pero, eso solo es una situación momentánea y transitoria; Él que nos defiende nos llama a descansar en lugar de afligirnos, porque nadie podrá quitarnos las riquezas eternas que nos tiene reservadas. Acaso los años, que doblegan nuestros cuerpos, y hacen costosa la cuesta de la vida, estén produciendo tristeza, entonces el Ángel de Jehová nos dará nuevas fuerzas, haciéndonos ver Su cuidado en los años pasados y poniendo delante de nosotros las glorias eternas. El versículo promete librarnos, y esto ocurrirá continuamente hasta que la vida concluya y cambiemos las luchas por el hogar de descanso eterno.

¡Cálmate, alma mía! El Señor te rodea con su protección. Descansa confiadamente.

Samuel Pérez Millos