Iglesia Cristiana Evangélica en Munro

Bondad, fortaleza, seguridad.

“Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nah. 1:7).
He aquí tres cosas acerca de Dios. Primeramente, Dios es bueno. Todo cuanto hizo, hace y hará, está rodeado de Su bondad. No hace las cosas por determinación y poder solamente, las hace siempre impulsado por ella. La creación, con sus perfecciones asombrosas y su belleza impactantes ponen de manifiesto que Él es bueno. La gloria de Su bondad se evidencia especialmente en nuestra salvación. Antes de que fuésemos creados Él manifestó Su bondad planificando cómo iba a salvarnos. Los lamentos de Getsemaní, todo el sufrimiento de la Cruz, el desamparo en las horas de tinieblas y la muerte de Jesús ocurrieron por “determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hch. 2:23). La bondad de Dios se manifiesta al permitir que su Hijo sea “hecho por nosotros maldición”, para que nosotros seamos hechos “justicia de Dios en Él” (Ro. 5:21). Esa bondad se extiende también a la búsqueda que hizo de cada uno de nosotros. Cuando nuestros caminos se alejaban de Él y ninguno teníamos interés en acercarnos a Dios, Él vino a buscarnos a nosotros. La bondad se manifiesta también en el perdón de todos nuestros pecados, por lo que podemos decir con seguridad: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Dios es bueno también en provisión. Su promesa aquí tiene que ver con la angustia. En los momentos cruciales de la vida, cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor, Él se alza como la gran fortaleza. Refugiados en él, podremos oír rugir el viento huracanado de la prueba, pero estaremos resguardados en seguridad. No importa cuál sea la causa ni cuanta la intensidad del conflicto, “porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto” (Sal. 27:5). La angustia puede ser además de intensa múltiple, pero la seguridad es firme: “muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Sal. 34:19). Tal vez me pregunte: ¿Tendré fuerzas para llegar a la fortaleza y refugiarme en ella? No necesito esfuerzo alguno porque “el Ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende” (Sal. 34:7). Dios es bueno en compañía. El Señor conoce a “todos los que son Suyos”. Mi nombre será desconocido para muchos. Para tantos pasaré desapercibido, perdido entre miles de personas. Tal vez nadie quiera ayudarme, pero, el Señor me conoce. Sabe quién soy, sabe cómo soy, pero también sabe que soy Su hijo. No merezco ayuda alguna como hombre, pero tendré toda porque Él es mi padre. En el desaliento escucho su voz: “no temas, Yo estoy contigo”. Sé que nunca estaré lejos de Su amor, a pesar de mis fracasos. Sé que en cada instante tendré la provisión necesaria. ¡Oh, sí, bendita seguridad! Él me conoce y reconoce como Su hijo. Tal vez esté pasando por circunstancias difíciles, sacudido por el turbión de la prueba. Tal vez me sienta solo, pero la paz viene a mi vida porque mi Dios que es bueno, fortaleza en la angustia, me conoce y está a mi lado.