Iglesia Cristiana Evangélica en Munro

Ancla segura.

“…La esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (He.6: 18b-19).
Dios hace honor a Su palabra y cumple siempre Sus promesas. Esto produce un fortísimo consuelo, que supera en todo cualquier tipo de dificultad. La palabra consuelo tiene que ver con venir al lado, de manera que las promesas de Dios vienen a nuestro lado para darnos el aliento necesario en las tribulaciones. Por eso nos asimos de la esperanza puesta delante de nosotros. En medio de las adversidades nos refugiamos seguros en el puerto de la esperanza, descansando y sustentándonos en ella, seguros de que Dios cumple lo que promete. Esto es el recurso necesario para superar las pruebas y seguir adelante en el camino hacia la perfección en el encuentro con Jesús. La esperanza es comparada en el versículo con la firmeza de un barco que en medio del temporal se mantiene estable gracias a la solidez del ancla, que lo sujeta con fuerza porque no resbala, es decir, es segura, manteniéndose firme porque descansa en las promesas de Dios. Además, la certeza de la esperanza es que “penetra hasta dentro del velo”. Nuestra ancla es inamovible porque está afirmada en Dios mismo. La palabra velo tiene que ver aquí con el lugar del santuario donde la presencia de Dios se manifestaba de un modo especial. Un ancla sobre la arena no es garantía de firmeza, pero lo es cuando está bien trabada a la roca del fondo. No vemos el ancla, pero la sentimos porque retiene firmemente nuestra alma. La esperanza del creyente es mucho más que promesas, es Dios mismo. No está distante porque “es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27). Así habla de ella Juan: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es” (1 Jn. 3:2). La herencia eterna que es Suya, nos corresponde porque estamos en Él. Por gracia seremos presentados un día delante de Él en la gloria. Mis lágrimas, las dificultades del camino, los sufrimientos, las angustias y tribulaciones, no las experimento solo,  porque el Señor está conmigo todos los días hasta el fin. Tal vez en medio de una gran dificultad tenga la sensación de que nadie hay conmigo, pero el Señor está siempre a mi lado, y Su gracia, como bálsamo del cielo hace provisión para cuantas heridas se produzcan; además Su misericordia, como eficaz medicina celestial cura mis males. Su mirada de amor y el contacto de Su mano me comunican el mismo mensaje que dio a Josué, Su siervo: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas” (Jos. 1.9). Esa es la razón por la que puedo ver el presente con seguridad y el futuro con esperanza, así que puedo ahora mismo dar “a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Co. 2:14). Señor, dame la bendición de sentir que el ancla de mi esperanza está firmemente puesta y asegurada en Ti.