Iglesia Cristiana Evangélica en Munro

Esperanza para el cargado

“Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre
caído al justo” (Sal. 55:22).
Hace años tuve que cumplir mis obligaciones de entonces con el ejército de mi nación. Aunque estaba integrado en una unidad de infantería, me habían entregado para ser sanitario de esa agrupación. Se programó un ejercicio militar de entrenamiento y fuimos trasladados hasta un lugar próximo a donde iban a realizarse las maniobras. Yo tenía que llevar mi bolsa con las pertenencias militares y, además, otro que contenía el instrumental y material sanitario. Tenía instrucciones concretas de no desprenderme de él. Era difícil caminar con los dos bultos. De pronto, un vehículo de sanidad militar se paró a mi lado y un suboficial me dijo desde el interior: ¡Sanitario, suba! Puse mi saco militar, mi bolsa con los instrumentos sanitarios y subí. Poco tiempo después estaba en el campamento. No me quitaron la carga, hicieron mucho más, me llevaron a mí con ella. Este es el contenido del texto. ¿Tenemos una carga pesada? Somos invitados a ponerla sobre la omnipotencia divina. Es posible que el peso gravite sobre tu alma, a causa de tu situación personal y te está haciendo difícil, casi imposible, seguir adelante. A ti te oprime, sin  embargo, para el Señor llevarla es nada. Pero, observemos el texto, en ningún modo dice que nos será retirada. Dios en Su soberanía ha permitido que gravite sobre nosotros. Sabe que esta tribulación momentánea está produciendo en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (2 Co. 4:17). Él en Su omnisciencia sabe que la situación se convierte en opresión cuando tratamos de llevar nosotros la carga con nuestras fuerzas. Por eso viene a nuestra ayuda con una provisión mucho mayor que la necesaria para llevar el peso: “Él te sustentará”, es decir, nos toma a nosotros para que podamos soportar el peso. Cuando llevamos el problema al Señor, notaremos inmediatamente que somos capaces de mantenernos bajo su peso, que de otro modo nos agobiaría. Al echar la carga sobre el Señor no nos es quitada, pero hallamos a uno que nos sostiene a nosotros como también a la carga. La solución no está en la resignación ante la angustia, ni en la indignación por que no entendemos la razón de nuestra situación, está en vaciar el corazón ante el Señor y entregarle toda nuestra carga. Lo que más tememos es que la prueba nos haga salir del camino recto, pero aquí está la segunda bendición que el Señor promete: “no dejará para siempre caído al justo”. Él nunca permitirá que nuestra aflicción nos mueva de la posición que ocupamos en el terreno de victoria en la fe. Las pruebas intensas parecen derribarnos. Tal vez estemos hoy como Elías, bajo un árbol junto al camino, incapaces de llevar la carga y sin fuerzas para caminar. ¿Podemos seguir enfrentándonos solos con la prueba? No sigamos así. Contémosle al Señor toda nuestra pena y dejémosla con Él. No echemos la carga para volverla a tomar; entreguémosla al Señor dejémosla allí. Entonces la estrechez se convertirá en anchura, las lágrimas en gozo, y la inquietud en paz. Entonces podremos cantar alabanzas al que nos sustenta para que podamos llevar la carga.